lunes, 2 de mayo de 2011

Historias y curiosidades de la segunda guerra mundial !!!. Capítulo 1º " Los correos diplomáticos "



Bien amigos y amigas, por fin voy a comenzar una nueva sección dedicada a algo que quería hacer desde hacía ya mucho tiempo. No es otra que una saga de historias y curiosidades de la segunda guerra mundial; en donde a parte del lado trágico de la misma, intentaré contar historias curiosas y divertidas, que espero os gusten, porque el fin de esta sección no es aburriros con lo que pasó, sino intentar que os guste tanto como a mí la historia en general, y la segunda guerra mundial en particular.

Comencemos con una breve introducción.

La segunda guerra mundial fue un conflicto global en el que se enfrentaron las potencias aliadas y las potencias del eje, entre 1939 y 1945. Fuerzas armadas de más de setenta países participaron en combates aéreos, navales y terrestres. Por efecto de la guerra murió alrededor del 2% de la población mundial de la época ( unos 60 millones de personas ), en su mayor parte civiles. Como conflicto mundial comenzó el 1 de septiembre de 1939, para acabar oficialmente el 2 de septiembre de 1945.

Bien. En este primer episodio os voy a contar la historia de " Los correos diplomáticos "

Durante la segunda guerra mundial, lo mismo que antes de la contienda, las comunicaciones breves y urgentes entre la Secretaría de Estado norteamericanas y sus embajadas y consulados por todo el mundo se redactaban en clave y se enviaban instantáneamente por cable o radio. Pero las órdenes e informes detallados y las más importantes y rigurosamente confidenciales, así como los mapas y planos secretos, debían entregarse en mano a sus destinatarios para evitar que el enemigo pudiera descifrar esos mensajes.
Como dijo un embajador que ocupaba un puesto muy delicado, " lo que puede hacer nuestra ciencia electrónica puede deshacerlo la ciencia electrónica de otros países. Me siento más seguro cuando uno de nuestros hombres lleva la correspondencia secreta ". Y es aquí donde entran en escena los correos diplomáticos, unos agentes cuya única misión es entregar un mensaje a su destinatario, pasando por cualquier obstáculo.

En los años cincuenta comenzó a conocerse este episodio de la guerra secreta, que había sido de vital importancia para el buen funcionamiento del engranaje de la diplomacia norteamericana.

La efectividad de este tipo de correos sería incontestable. Durante la segunda guerra mundial,el servicio de de los correos diplomáticos norteamericanos nunca dejó de entregar un solo mensaje, excepto los muy pocos que quedaron destruidos en desastres aéreos y naufragios.

Los mensajes sumamente secretos se llevaban en las llamadas " valijas fuertes de mano ", bajo llave y selladas, que el correo debía llevar siempre consigo, o tener en toda ocasión al alcance de la mano. Dormían por lo general con la valija, dura como una piedra, por almohada, o con una pierna metida en el asa, para que nadie pudiera tocarla sin despertarlo. En los hoteles cuyas habitaciones carecían de cerraduras de seguridad y solo tenían cerraduras rudimentarias, era frecuente que los correos amontonasen contra la puerta una barricada de muebles para evitar la entrada de intrusos durante la noche. Para los compartimentos del tren disponían de un cierre portátil ingeniosamente construido que aseguraba las puertas de los coches-cama sin estropearlas.

El contenido de la valija tenía que ser destruido, según el reglamento, cuando el correo creyese que el aeroplano en el que viaja iba a estrellarse, o el buque a naufragar, y que se viese en peligro de muerte.
El caso paradigmático de las dificultades que debía afrontar un correo para entregar su valija sería el de Horton Telford. En otoño de 1940, Mussolini tenía planes expansivos a costa de Grecia, con la mirada puesta en Turquía. El gobierno norteamericano intentaba detener los previsibles acontecimientos, en forma de declaración de guerra de Italia a Grecia, por medio de presiones diplomáticas. Con el fin de que sus diplomáticos en Atenas y Ankara tuvieran información de primera mano del gobierno de Washington, Telford fue enviado a esos dos países con instrucciones sumamente secretas del secretario de Estado, Cordel Hull.
Teoford se había hecho cargo de las valijas en Berna. En cuanto el avión que lo llevaba a Roma tomó tierra en la capital italiana, desde donde debía tomar otro avión hacia Atenas, supo de la noticia de que Italia había declarado la guerra al país heleno. A partir de ese momento, el contenido de su valija era aún más comprometedor. Como los aviones que se dirigían a Grecia estaban detenidos, Telford tomó un tren para Venecia. Allí, mediante soborno , obtuvo un pasaje para un barco que cruzaba Adriático en dirección a la costa yugoslava y luego llegó por ferrocarril a la frontera con Grecia. Los guardias de la frontera griega le permitieron pasar, pero el tren para Atenas debía tomarlo a veinte kilómetros de allí, en un pueblo al que se llegaba por un camino montañoso. En cuanto llegó a la estación apareció un grupo de aviones italianos que bombardearon la vía, y Teloford tuvo que permanecer agazapado con su valija en una zanja llena de agua de lluvia. Por fin, empapado y aterido de frío, subió a un tren y llegó Atenas con sus documentos secretos.
Pero en Atenas, Telford no pudo descansar, pues en la embajada le ordenaron que saliera sin pérdida de tiempo para Estambul. Al menos, el correo podía contar con un vehículo de la embajada, con el que debía cubrir 650 kilómetros que le separaban de la frontera con Turquía, en donde debía tomar un tren. Pero a sólo 30 kilómetros de la frontera el automóvil se quedó atascado en el barro; Telford tuvo que hacer el resto del camino en una carreta de bueyes. Cuando por fin llegó a Estambul, dijo al cónsul norteamericano mientras le hacía entrega de la valija: " He tropezado con algunas dificultades ".

Los correos diplomáticos tenían que cumplir a rajatabla su estricto reglamento, en el que se prescribía desde lo que había que decir a un funcionario de aduanas hasta lo que tenían que comer y beber en víspera de emprender su misión.
Por ejemplo , sobre la actitud a seguir en los transportes públicos, el Manual del Correo Diplomático explicaba: " Puede ocurrir que individuos del público viajero intenten trabar conversación con usted y le pregunten por su itinerario y su cometido. Es menester dar respuestas completamente evasivas y poner fin cuanto antes a esas conversaciones ".
El reglamento incluía también obligaciones indicadas por el sentido común, como llevar un despertador que funcione bien o presentarse en aeropuertos y estaciones con suficiente antelación. Perder un medio de transporte, a menos que después se se alegasen circunstancias extraordinarias, era considerado una falta muy grave.

Los correos tenían también que respetar disposiciones muy rígidas sobre el abuso de su inmunidad diplomática oficiosa de la que gozaban. Tenían estrictamente prohibido llevar, además de los imprescindibles efectos personales, otra cosa que la correspondencia encomendada. Debían rechazar la petición de cualquiera, incluso de un embajador, para llevar un regalo, una carta o cualquier otra cosa cosa a parte de la valija. Lo más grave era utilizar el viaje para comprar artículos, aunque se tratase de un par de medias o una caja de puros; estaba castigado con el despido inmediato y deshonroso.

Aunque pueda sorprender, los correos nunca iban armados. Tradicionalmente, los correos diplomáticos han gozado siempre de una cierta inmunidad, y en tiempo de guerra se siguió con este proceder. Dependían de su instrucción para evitar situaciones de peligro y de su habilidad para sortear alguna posible emboscada. De hecho, ningún mensajero diplomático norteamericano pudo ser atacado por un agente enemigo.

También puede sorprender la juventud de los correos. La edad de la mayoría de oscilaba entre los 25 y los 30 años. El agente que aceptaba dedicarse a esta peligrosa misión debía comprometerse a mantener su soltería al menos durante un año después de su nombramiento, pero mucho de ellos aplazaban el matrimonio hasta el final del período de servicio, conscientes de que transportar valijas por todo el mundo no era compatible con la vida familiar.

los correos con una buena hoja de servicios podían dimitir en cualquier momento, lo que no era visto con malos ojos por la Secretaría de Estado, pues contaba con ellos para empleos de mayor envergadura. Un par de años como correo podía ser el trampolín perfecto para iniciar una brillante carrera en el servicio exterior.

Bueno amigos, este ha sido el primer capítulo de una larga saga dedicada a curiosidades y anécdotas de la Segunda Guerra Mundial. Espero que os guste y que disfrutéis tanto como yo. Para mí es un verdadero placer poder narrar esto.

Un fuerte abrazo a todos.

Jesús González.



2 comentarios:

  1. Parecen un poco Miguel Strogoff :)

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  2. pues sí; piensa que de la información que llevaban consigo dependían muchas vidas...

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