lunes, 20 de junio de 2011

historias y curiosidades de la segunda guerra mundial !!!. Capítulo 3º " Espías nazis en la Casa Blanca"



Muy buenas tardes a todos una vez más.

Después de haberos roto la cabeza intentando averiguar la foto que os puse en el facebook, quiero aprovechar para retomar mi sección favorita ( que no la más querida ). En esta ocasión vamos a contaros una historia de espías alemanes en la Casa Blanca.

Las misiones llevadas a cabo por los espías alemanes en EEUU se saldaron con sendos fracasos. Muchos de los agentes nazis enviados allí fueron detenidos poco después de poner pie en Norteamérica, pero al principio, antes de que el gobierno de Washingtown declarase la guerra a Japón tras el ataque a Pearl Harbor, los espías alemanes pudieron actuar con una impensable libertad de movimientos. Dos de estos agentes fueron Karl Mueller y Kurt Frederick Ludwig.
Mueller había nacido en una pequeña aldea austríaca, pero había emigrado a EEUU en 1936, obteniendo la ciudadanía norteamericana. En 1941 regresó a Austria, en donde recibió adiestramiento para espiar a su país de adopción.
Ludwig, por su parte, había venido al mundo en Fremont, Ohio, pero pasó su infancia en Alemania. De aspecto diminuto, tuvo éxito como hombre de negocios en Múnich y conoció a algunos dirigentes nazis, como el jefe de las SS, Heinrich Himmler. Poco después de estallar la guerra, Ludwig se ofreció a Himmler para llevar a cabo labores de espionaje, pues tenía la nacionalidad norteamericana. Himmler le envió al otro lado del Atlántico con la misión de informar sobre los secretos militares norteamericanos. Dejando a su mujer y a su hijo en Munich, Ludwig aprendió las técnicas de espionaje antes de zarpar a Nueva York, adonde llegó en marzo de 1940. Allí, en territorio estadounidense, tenía que crear su propia red de espías, y reclutó a Karl Mueller.
Ludwig compró un coche con dinero proporcionado por los servicios secretos alemanes. Junto a Mueller, recorrió las autopistas recopilando información sobre las instalaciones militares. En el interior del vehículo llevaban escondida una emisora de onda corta, con la que podían contactar con estaciones de radio emplazadas en Brasil, o a bordo de submarinos situados en el Atlántico. Ludwig llegaría a utilizar más de setenta nombres falsos durante estos viajes.
cada uno llevaba su cámara fotográfica. Pese a su acento alemán, podían pasar con libertad por las plantas de producción, puertos o aeropuertos. En su álbum de fotos se encontraron posteriormente imágenes de instalaciones portuarias del lago Eire en Cliveland o de depósitos de gas en el East River de Nueva York, además de barcos anclados en varios puertos o armamento exhibido en desfiles. Incomprensiblemente, en las zonas militares eran los propios guardias los que les ayudaban a tomar fotografías. Incluso penetraron en la Academia Naval de Annapolis, Maryland, donde tomaron imágenes de los cadetes ejercitándose o desfilando, así como de los distintos edificios del complejo militar.
Ludwig también viajó con una compañera alemana de 17 años, llamada Lucy Boehmler. La muchacha se había prestado a colaborar con él para conseguir información. Por ejemplo, en una autopista de Pennnylvania alcanzó con su vehículo a un convoy de camiones de Ejército; Ludwig se puso en paralelo con los camiones a baja velocidad para que Lucy pudiera flirtear con los soldados y pudiera averiguar así su destino.
En un viaje a Washigtown, en esta ocasión acompañado de Mueller, Ludwig logró introducirse en la Casa Blanca, aunque fue una visita turística guiada. Ludwig disfrutó informando a Berlín de su incursión, remitiendo una detallada descripción del interior.
Pero el FBI iba tras la pista de estos espías. En una carretera del medio oeste, Ludwig se dio cuenta de que un automóvil les seguía. Aunque aceleró a 150 km por hora en un esfuerzo por perderles de vista, no logró escapar a sus perseguidores. Fue capturado y pasó el resto de la guerra en prisión.

Bien amigos, esta ha sido la historia de dos espías en EEUU en tiempos de guerra. Hoy como primicia hemos podido entrevistar al mismísimo Ludwig, que una vez acabada la guerra se cambió el nombre por el de Jöseph Atlantâc, de nacionalidad sudamericana.

MPH: buenas noches señor Atlantâc, que eso de su nacionalidad actual sudamericana ??
JA: sí, soy de toda sudamerica.
MPH: Y eso como se hace, o mejor dicho, como se consigue ????
JA: empadronándose en todos los países sudamericanos.
MPH: ?
JA: que
MPH: ??
JA: lo normal allí.
MPH: ya ... ya.
MPH: bueno a lo que vamos. Que nos puede contar de esta historia que hemos contado.
JA: bueno, he de decir que casi todo es cierto. Lo que no habéis mencionado es que nos pillaron por culpa de mi inepto colaborador, que en verdad se llamaba Anthönio Kasttillo. El muy, cada vez que íbamos a una instalación militar se dedicaba a proferir insultos y demás gestos obscenos contra las tropas americanas. Pero la gota que colmó el vaso fue en nuestra visita a la Casa Blanca. Le dije, Anthönio, con discreción pon un micro en el despacho oval. Total, que se le olvidaron los micros en el hotel nuestro, y tuvo que improvisar a su manera.
MPH: y que pasó, falló la cobertura ???
JA: no, si eso funcionó. Puso una antena de telefonía de esas gigantescas en la azotea de la Casa Blanca, y en el despacho oval, puso un micrófono de esos gigantescos pegado con esparadrapo debajo del despacho.
MPH: Y lo vieron ???
JA: hombre, cuando pones 245 metros de cable pasando por toda la casa, da un poco el cante. Y si a eso le sumamos que había acoples y se escuchaba todas las conversiones en surround por toda la casa y con eco, creo que dimos un poco el cante.
MPH: total, que fue un chapú.
JA: podría intentar justificarnos, pero para que voy a mentir, sí ... fue un chapú, y de los grandes. Eso sí, conseguimos que se escucharan las conversaciones hasta en radio Andorra FM.
MPH: lograron salir de la Casa Blanca sin ser capturados, verdad ???
JA: por supuesto, Kästtillo y yo teníamos un plan de fuga.
MPH: y en que consistió ???
JA: nos disfrazamos de astronautas rusos.
MPH: tooooooooooma, y no les dijeron nada ???
JA: no nos dijeron nada, porque confundimos los disfraces por los de Drag Queens de la última infiltración en san Francisco, y por eso salimos de allí. Dando un poco el cante pero salimos. Imagínate a Kästtillo, pelucón en ristre y plataformas, saliendo de la Casa Blanca.
MPH: un espectáculo.
JA: pues imagínate a los dos juntos.
MPH: inimaginable.
JA: tengo fotos...
MPH: las queremos aquí pf.
JA: no te lo crees ni tú...
MPH: bueno, con esta extraña historia de nuestro invitado de hoy damos por finalizado este apasionante relato de espías en plena segunda guerra mundial.

Un fuerte abrazo a mi buen amigo Jose Atanta, como siempre a mi gran ( por tamaño ) colaborador y amigo, António Castillo , que se apunta a un bombardeo, y como siempre, un besazo a mi mujer a la que vez que musa...

Jesús González.

1 comentario: