jueves, 9 de enero de 2014

Augusto; ganador del premio Darwin del año 2000

Muy buena tardes a todos. Los vórtices polares nos están atacando, la gasolina sigue subiendo y las rebajas han comenzado, lo normal en estos inciertos y oscuros días de enero. Para aplacar un poco este sin sentido os queremos contar esta divertida historia ( para nosotros, no para su protagonista ).

Para quien no lo sepa, los premios Darwin son unos premios que se entregan cada año de forma "simbólica" a personas que de forma inconsciente han perdido su vida de la manera más absurda, sin dejar descendencia con lo que han contribuido a la mejora de la especie.

El ganador del año 2000 fue un tal Augusto, veamos que es lo que hizo para ser merecedor de tal galardón.

En el aeropuerto de la ciudad filipina de Davao, un tipo del que se soló se ha llegado a conocer su nombre de pila, Augusto, subió a un avión de Philippine Air con destino a Manila. A mitad del vuelo, se colocó un pasamontañas ( o mejor dicho, un gorro de esquiar ) y unas gafas de natación, sacó un arma y una granada que llevaba escondidas y anunció en voz alta que acababa de secuestrar el avión. Acto seguido, exigió que el aparato diese media vuelta y regresase a Davao. Los pilotos trataron de razonar con él, le mostraron los indicadores de combustible y le juraron que no disponía de suficiente como para volver. Su única alternativa era seguir hacia adelante y aterrizar en Manila. Vista la situación, el terrorista aceptó que el avión siguiese su vuelo hacia su destino inicial, pero rápidamente adaptó sus planes iniciales. Augusto robó a todos los pasajeros y reunió un botín de 25.000$. Después, sin evidenciar miedo o nerviosismo algunos, ordenó al piloto que bajase a 6500 pies ( unos 2000 metros ) y que se estabilizase a esa altura. Augusto sacó entonces una bolsa que parecía una mochila. Le preguntaron de qué se trataba y respondió satisfecho que de un paracaídas que se había fabricado él mismo. Tras obligar a una de las azafatas a abrir la compuerta y despresurizar la cabina de pasajeros, se colocó el paracaídas a la espalda y trató de saltar al exterior.

Sin embargo, sucedió algo con lo que no había contado: el viento de crucero era tan fuerte que el frustrado paracaidista, cada vez que trataba de saltar del avión, era impulsado de nuevo dentro. Como no podía salir, Augusto decidió suicidarse, llevándose a todos por delante: para ello, tiró de la anilla de seguridad su granada pero, justo antes de que pudiera arrojarla dentro de la cabina, una de las azafatas, deseosa de ayudarlo, le dio una soberana patada en sus parte más íntimas y lo envió, eso si, aullando, al vacío. Augusto cayó con el paracaídas cerrado y una granada a punto de explotar en la mano... Para conocer el final de esta historia, baste recordar que Augusto, el secuestrador, recibió el premio Darwin 2000 a la muerte más absurda del año.

Nosotros, en nuestros innumerables e indescrifables viajes, siempre observamos antes de montarnos en un avión, que no haya ningún filipino con gorro y gafas de natación, ya que son muchísimos los que lo hacen, pero por sí acaso, tenemos a la Srta. O' Millan, que tiene un curso por la universidad de Maryland en patadas a los genitales, con lo que gracias a ella podemos volar seguro.

Feliz año nuevo a todos.

@maspomada

Jesús González.2014

 

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