viernes, 20 de marzo de 2015

hablemos de...Alan Turing.


Muy buenas noches de nuevo. Hoy que ha sido eso del eclipse y dado que en Málaga estaba lloviendo a cántaros y estaba el cielo nublado, no nos hemos enterado ni del eclipse ni de nada. Hemos aprovechado para repasar nuestras notas y apuntes en nuestra más que amplia biblioteca, en la que poseemos un kindle con la leche de volúmenes y mucho espacio para rellenar en las baldas.

Bien amigos, no hace mucho rendimos homenaje a Joan Puyol (Garbo), que tras hacer de agente doble durante la Segunda Guerra Mundial, salvó muchísimas vidas entre otras cosas por hacerles creer a los nazis que el desembarco no iba a ser en Normandía. Hoy queremos rendir homenaje a un señor que quizás algunos de vosotros ni hayáis oído hablar de él, pero también salvó otras tantísimas vidas. Su nombre, Alan Turing. Comencemos !!!

Para el que no lo sepa, las órdenes, mensajes, etc, que enviaban los submarinos alemanes, buques, aviones etc, durante la Segunda Guerra Mundial, se hacían a través de un sistema encriptográfico casi imposible de descifrar, por no decir imposible. Era de vital importancia para el desenlace de la guerra averiguar esos códigos y así poder descifrar los mensajes, ya que estos lobos del mar estaban destruyendo infinidad de buques de guerra y civiles, entre otras cosas no permitiendo el abastecimiento de Inglaterra. 
Gracias a que la resistencia polaca pudo hacerse con una de esas máquinas, la enviaron a Inglaterra y allí empezó el trabajo de desencriptación.
Con los datos facilitados por los polacos, los ingleses fabricaron su propia versión de la máquina Enigma, a la que llamaron Ultra.
En Bletchley Park habían instalado un servicio de desencriptación (Government Code and Cypher School, GC&CS), en una espaciosa y tranquila mansión campestre rodeada de bosques, muy cerca de Londres.

Para estos menesteres se reclutaron un heterogéneo equipo: matemáticos y lingüistas de Oxford y Cambridge, maestros del ajedrez y hasta especialistas en la resolución de crucigramas. 
Gente con la imaginación configurada para penetrar en laberintos mentales.
El alma del equipo era el profesor de Cambridge Alan Turing, un excéntrico matemático que, andando el tiempo, se considerará el padre de la computación.

El genial Churchill ordenó que se pusieran a disposición de los locos de Bletchley Park cuantos recursos consideren necesarios. La suerte de la guerra dependerá de que seamos capaces de entender los mensajes del enemigo.
-Señor, no sé si obramos cuerdamente al fiarnos de esa pandilla de excéntricos-avisa el coronel a cargo del servicio-. El cerebrito del grupo, ese Alan Turing, está enganchado al programa Toytown.
-¿De verdad?-se sorprende Churchill.
Toytown («el pueblos de los juguetes») es un programa de la BBC para niños menores de diez años que tiene como personaje principal a Larry el Corderito.
-Señor -prosigue el coronel-, este Turing lo deja todo para escuchar el programa y después telefonea a su madre para comentar las últimas vicisitudes de Larry el Corderito. Esto no es serio señor.
-Ya veo Hudson. Me hago cargo de que los de Bletchley Park no son gente normal, pero habrá que ser pacientes. Esas cabezas son las únicas, por alguna razón que solo conoce el buen Dios, que pueden transitar por el laberinto de lo códigos y cifras.
-Hay un asunto, señor. Me parece que el tal Alan Turing es de la cáscara amarga. Ejem. Quiero decir, señor, que le gustan los hombres.
-No haga de eso una tragedia, Hudson. Limítese a cerrar la puerta con llave cuando se vaya a dormir. Y ahora puede retirarse.
-A sus órdenes, señor.

La importancia de Bletchley Park crece a lo largo de la guerra, y con ella el número de sus empleados. Al final de la contienda serán unos setecientos, entre ellos media docena de españoles procedentes del servicio de encriptación de la extinta Segunda República.

Cada día, a las doce en punto de la noche, los alemanes cambian la cifra de sus máquinas Enigma. En Bletchley Park comienza entonces el frenético trabajo para dar con la clave que permita descifrar los mensajes que el servicio de radioescucha registra. Es una labor de horas, pero de ella depende conocer con antelación el objetivo del próximo bombardeo, el emplazamiento de los submarinos o el movimiento de tropas en la frontera francesa.
Los polacos habían diseñado una máquina desencriptadora a la que llamaban "bomba" porque emitía un tictac semejante al de las bombas de relojería. Basándose en sus planos, los ingleses construyeron su bomba Victory, que empieza a funcionar en marzo de 1940. La primera tarda casi una semana en descifrar las claves de Enigma. Demasiado tiempo. La mejoran y consiguen una nueva máquina, la Agnus Dei, que descifra la clave original en menos de una hora.
El equipo de chiflados de Bletchley Park se crece en las dificultades. No importará que el Afrika Korps, la Luftwaffe y la Kriegsmarine utilicen claves distintas. En Bletchley Park lo descifran todo. Los resultados serán tan meritorios que Churchill hará un hueco en su apretada agenda para felicitar personalmente a Alan Turing y a los otros genios de la mansión, «mis gansos que ponen huevos de oro y nunca cacarean», como los llama.

Feliz noche a todos.


Jesús González.2015

@maspomada






2 comentarios:

  1. Por favor indica que el texto es del libro de Juan eslava Galan ¨la segunda guerra mundial contada para escepticos

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    1. Pues sí, la historia está sacada del libro "La Segunda Guerra Mundial contada para escépticos", de Juan Eslava Galán. Y también muchísimas historias están sacadas de autores como Jesús Hernández, Nieves Concostrina, Gregorio Doval, etc., se me olvidará alguno. Saludos.

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