sábado, 15 de agosto de 2015

Primera Guerra Mundial. El detonante


Muy buenas noches una vez más. Vamos a iniciar una serie de episodios a cerca de la Primera Guerra Mundial, o como se llamó, la Gran Guerra. En este primer episodio vamos a contar cual fue el detonante y como fue realmente el atentado del famoso archiduque Francisco Fernando y señora.

Aun recuerdo en las clases de historia del instituto, cuando vimos la Primera Guerra Mundial, que el comienzo de todo fue el asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria y su mujer en Sarajevo a manos de un anarquista, y después comenzó todo, pero... ¿cómo sucedió realmente ese asesinato?.

La pequeña ciudad, de apenas setenta mil habitantes, emplazada a la orilla de un río, en un valle, entre montañas, se ha engalanado para recibir al heredero del trono austrohúngaro, el archiduque Francisco Fernando, y a su esposa, la duquesa Sofía Chotek. 
Las calles por la que discurrirá el cortejo están adornadas con guirnaldas y banderas. La banda de música ha ensayado el himno nacional y algunos valses.
El tren que trae al archiduque entra en la estación poco antes de las diez de la mañana. Un séquito de coches aguarda al pie del andén. Después de intercambiar saludos con las autoridades que han acudido a recibirlos, Francisco Fernando y Sofía se acomodan, complacidos y sonrientes, en el asiento posterior de un espléndido Gräft & Stift Double Phaeton de cuatro cilindros, modelo 1911, descapotable.
A la duquesa Sofía le encanta compartir coche con su esposo, una transgresión del rígido protocolo austriaco que el archiduque se permite cuando están lejos de Viena. Si estuvieran en la capital del imperio, Sofía no podría acompañar a su marido. Aunque procedente de familia noble (es hija de un conde de Bohemia), no pertenece por nacimiento a familia real alguna. Cuando están en la encorsetada Viena, Sofía debe asistir a las ceremonias imperiales sentada entre los nobles de segundo rango, jamás al lado de su esposo. El puntilloso y anciano emperador Francisco José sólo la aceptó a regañadientes a condición de que su hijos no heredaran derechos sucesorios. A pesar de todo son felices. Llevan catorce años casados y han tenido tres hijos (el cuarto está en camino).
El asistente cierra la puerta del coche. A una señal del archiduque, el chófer, Leopold Lojka, suelta la palanca del freno y acelera ligeramente. La comitiva, seis vehículos en total, se dirige al ayuntamiento de Sarajevo, donde la corporación municipal ha previsto un agasajo en honor de los ilustres visitantes. 
A lo largo del itinerario oficial, que discurre a la orilla del río Miljacka, ciento veinte policías vigilan la carrera. Quizás no sean muchos, pero Sarajevo tampoco es una ciudad conflictiva. Precisamente por eso, porque es una ciudad tranquila y no se espera demasiada vigilancia, la ha escogido un banda terrorista serbobosnia, la Mano Negra, para atentar contra el archiduque, el representante y heredero del odio emperador. 
La Mano Negra está integrada por fanáticos nacionalistas dispuestos a sacrificar sus vidas con tal de arrancar a Bosnia del dominio austrohúngaro para sumarla al joven Estado serbio, a la Gran Serbia, como la llaman.

-La Banda.
La célula terrorista que va a atentar contra la vida del archiduque está compuesta por seis individuos que se ha situado a lo largo del itinerario oficial, confundidos entre la gente que aguarda el paso del cortejo. Todos son menores de veinte años para que, conforme a la ley, no puedan condenarlos a muerte si los capturan. No obstante, van provistos de sendas ampollas de cianuro por si algo sale mal y optan pro suicidarse antes de caer en manos del enemigo.
La comitiva archiducal avanza a la velocidad moderada. Francisco Fernando y su esposa sonríen y corresponden con saludos a las aclamaciones.
El primer terrorista, Muhamed Mehmedbasic, apostado en la terraza del café Mostar, deja pasar el convoy (no consiguió alcanzar un buen ángulo de tiro, dijo después en el interrogatorio). Tampoco reacciona el segundo terrorista, Vaso Cubrilovic. Un centenar de metros más allá, el tercer terrorista, Nedljko Cabrinovic, arroja una granada que rebota en la capota abierta del coche, cae al suelo, rueda por el empedrado y va a estallar bajo el siguiente coche hiriendo a dos de sus ocupantes, el conde Boosvaldek y el coronel Morizzi. Fallada su alta misión patriótica, el joven terrorista intenta inmolarse antes de que la policía lo detenga. Muerde la ampolla de cianuro y se lanza de cabeza al río.

-El plan B.
Está visto que no es su día. Ni ha matado a los archiduques ni se ha matado él. El veneno estaba caducado y el río apenas lleva agua debido al estiaje, vamos... un número. La policía lo captura. La bomba ha sembrado la alarma. La comitiva imperial realiza el resto del camino a gran velocidad, lo que frustra la actuación de los otros tres terroristas, Cvjetko Popovic, Gavrilo Princip y Trifun Grabez, todos nombres fáciles de pronunciar.
El segundo acto de la tragedia que ensombrecerá el porvenir de Europa se celebra en el salón augusto del palacio municipal. Al consternado alcalde de Sarajevo no le ha dado tiempo a modificar el discurso de bienvenida. Cuando alude, con voz quebrada, la «calurosa acogida que Sarajevo brinda a los príncipes», el archiduque comenta sarcásticamente: 
-Muy calurosa, sin duda. Venimos en visita de amistad y nos recibís con bombas.

Finalizada la ceremonia. El archiduque se interesa por los heridos y antes de abandonar la ciudad quiere visitarlos en el hospital. El barón Morsey expresa sus temores: podría haber más terroristas encubiertos.
-¿Cree usted que Sarajevo está llena de asesinos?-le replica el general Oskar Potiorek, gobernador de la provincia-.Yo garantizo la seguridad del príncipe. El archiduque insiste en visitar a los heridos.
-Evitemos el centro -sugiere Potiorek. Y le indica al conductor que tome la calzada que discurre junto al muelle Appel.
A la altura de la calle Gebel, junto al puente latino, el chófer se equivoca de dirección. Da marcha atrás para corregir el error y en ese momento uno de los terroristas, Gavrilo Princip, que sale de comprar un bocadillo en la tienda de ultramarinos Schiller (lo normal), siente que Dios lo ha venido a ver: el odiado archiduque al alcance de sus balas.

-El crimen.
El joven terrorista no se lo piensa dos veces: empuña su pistola Browning modelo 1910 7,65 mm de fabricación belga y se aproxima al coche. Lojka, el chófer, ve la pistola e intenta acelerar. Demasiado tarde. Dos disparos realizados a penas a metro y medio de distancia alcanzan al archiduque en la yugular y a la duquesa en la aorta descendente a la altura del abdomen. Un tercer disparo deja un agujero en el chasis del coche.
La policía detiene al asesino, que ingiere su dosis de cianuro caducado. A toda velocidad conducen a los heridos al edificio del gobierno.
Francisco Fernando, el heredero del glorioso Imperio austrohúngaro, el personaje cuyo principal mérito estriba en haber cazado más de cinco mil ciervos a lo largo de su laboriosa vida, se estremece  en un prolongado estertor y muere.
La noticia se divulga rápidamente gracias a ese novedoso invento del teléfono.

Y así fue como sucedió realmente el asesinato del archiduque y su esposa, un cúmulo de errores por ambas partes en el que la suerte o la mala suerte jugó un papel fundamental en la historia de la humanidad.

Continuará...
@maspomada

Jesús González.2015










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