domingo, 16 de agosto de 2015

Deudas de guerra. Inglaterra con EEUU


Muy buenas noches aquí de nuevo en Duke´s St. con nuestro querido amigo, sir Alfred. disfrutando una buena copa de Jhonnie Walker Black Label extraída de la bodega particular del mismísimo Winston Churchill, nos encontramos debatiendo sobre las deudas de guerra contraídas por Inglaterra durante la Segunda Guerra Mundial. Sir Alfred, que ya se tambalea un poco, saca sus viejos apuntes, lápiz y calculadora y empieza a contarnos.

Del esfuerzo que para que Gran Bretaña supuso derrotar a Hitler da idea el que su deuda con EEUU para evitar la bancarrota tras la guerra no quedase saldada hasta el 29 de diciembre del 2006. Ese día, el Gobierno de Londres dio la orden de transferir al Tesoro norteamericano 43 millones de libras.
Esa cantidad correspondía al ultimo pago de un préstamo de 4.340 millones de dólares concedido el 15 de julio de 1946 por el presidente norteamericano, Harry Truman, para que el Reino Unido, completamente exhausto por los enormes gastos de guerra que había tenido que afrontar, pudiera responder ante los acreedores extranjeros, a los que debía 4.200 millones de libras.
Aunque el entonces primer ministro británico, Clement Attlee, que había sucedido a Churchill en julio de 1945, aspiraba a que sus poderosos aliados norteamericanos asumieran el pago de esa deuda, como gesto de solidaridad después de luchar codo con codo contra el Eje durante casi cuatro años, Truman le hizo saber que el tiempo de los sentimentalismos había pasado , y que si quería el dinero debería reembolsarlo a un interés del dos por ciento anual.
La decepción llegó hasta la Cámara de los Lores, que condenó la actitud del Gobierno de Washington, pero ante la perspectiva de una quiebra de la economía británica, Londres no tuvo otro remedio que aceptar los términos del préstamo.
@maspomada

Jesús González.2015

sábado, 15 de agosto de 2015

Primera Guerra Mundial. El detonante


Muy buenas noches una vez más. Vamos a iniciar una serie de episodios a cerca de la Primera Guerra Mundial, o como se llamó, la Gran Guerra. En este primer episodio vamos a contar cual fue el detonante y como fue realmente el atentado del famoso archiduque Francisco Fernando y señora.

Aun recuerdo en las clases de historia del instituto, cuando vimos la Primera Guerra Mundial, que el comienzo de todo fue el asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria y su mujer en Sarajevo a manos de un anarquista, y después comenzó todo, pero... ¿cómo sucedió realmente ese asesinato?.

La pequeña ciudad, de apenas setenta mil habitantes, emplazada a la orilla de un río, en un valle, entre montañas, se ha engalanado para recibir al heredero del trono austrohúngaro, el archiduque Francisco Fernando, y a su esposa, la duquesa Sofía Chotek. 
Las calles por la que discurrirá el cortejo están adornadas con guirnaldas y banderas. La banda de música ha ensayado el himno nacional y algunos valses.
El tren que trae al archiduque entra en la estación poco antes de las diez de la mañana. Un séquito de coches aguarda al pie del andén. Después de intercambiar saludos con las autoridades que han acudido a recibirlos, Francisco Fernando y Sofía se acomodan, complacidos y sonrientes, en el asiento posterior de un espléndido Gräft & Stift Double Phaeton de cuatro cilindros, modelo 1911, descapotable.
A la duquesa Sofía le encanta compartir coche con su esposo, una transgresión del rígido protocolo austriaco que el archiduque se permite cuando están lejos de Viena. Si estuvieran en la capital del imperio, Sofía no podría acompañar a su marido. Aunque procedente de familia noble (es hija de un conde de Bohemia), no pertenece por nacimiento a familia real alguna. Cuando están en la encorsetada Viena, Sofía debe asistir a las ceremonias imperiales sentada entre los nobles de segundo rango, jamás al lado de su esposo. El puntilloso y anciano emperador Francisco José sólo la aceptó a regañadientes a condición de que su hijos no heredaran derechos sucesorios. A pesar de todo son felices. Llevan catorce años casados y han tenido tres hijos (el cuarto está en camino).
El asistente cierra la puerta del coche. A una señal del archiduque, el chófer, Leopold Lojka, suelta la palanca del freno y acelera ligeramente. La comitiva, seis vehículos en total, se dirige al ayuntamiento de Sarajevo, donde la corporación municipal ha previsto un agasajo en honor de los ilustres visitantes. 
A lo largo del itinerario oficial, que discurre a la orilla del río Miljacka, ciento veinte policías vigilan la carrera. Quizás no sean muchos, pero Sarajevo tampoco es una ciudad conflictiva. Precisamente por eso, porque es una ciudad tranquila y no se espera demasiada vigilancia, la ha escogido un banda terrorista serbobosnia, la Mano Negra, para atentar contra el archiduque, el representante y heredero del odio emperador. 
La Mano Negra está integrada por fanáticos nacionalistas dispuestos a sacrificar sus vidas con tal de arrancar a Bosnia del dominio austrohúngaro para sumarla al joven Estado serbio, a la Gran Serbia, como la llaman.

-La Banda.
La célula terrorista que va a atentar contra la vida del archiduque está compuesta por seis individuos que se ha situado a lo largo del itinerario oficial, confundidos entre la gente que aguarda el paso del cortejo. Todos son menores de veinte años para que, conforme a la ley, no puedan condenarlos a muerte si los capturan. No obstante, van provistos de sendas ampollas de cianuro por si algo sale mal y optan pro suicidarse antes de caer en manos del enemigo.
La comitiva archiducal avanza a la velocidad moderada. Francisco Fernando y su esposa sonríen y corresponden con saludos a las aclamaciones.
El primer terrorista, Muhamed Mehmedbasic, apostado en la terraza del café Mostar, deja pasar el convoy (no consiguió alcanzar un buen ángulo de tiro, dijo después en el interrogatorio). Tampoco reacciona el segundo terrorista, Vaso Cubrilovic. Un centenar de metros más allá, el tercer terrorista, Nedljko Cabrinovic, arroja una granada que rebota en la capota abierta del coche, cae al suelo, rueda por el empedrado y va a estallar bajo el siguiente coche hiriendo a dos de sus ocupantes, el conde Boosvaldek y el coronel Morizzi. Fallada su alta misión patriótica, el joven terrorista intenta inmolarse antes de que la policía lo detenga. Muerde la ampolla de cianuro y se lanza de cabeza al río.

-El plan B.
Está visto que no es su día. Ni ha matado a los archiduques ni se ha matado él. El veneno estaba caducado y el río apenas lleva agua debido al estiaje, vamos... un número. La policía lo captura. La bomba ha sembrado la alarma. La comitiva imperial realiza el resto del camino a gran velocidad, lo que frustra la actuación de los otros tres terroristas, Cvjetko Popovic, Gavrilo Princip y Trifun Grabez, todos nombres fáciles de pronunciar.
El segundo acto de la tragedia que ensombrecerá el porvenir de Europa se celebra en el salón augusto del palacio municipal. Al consternado alcalde de Sarajevo no le ha dado tiempo a modificar el discurso de bienvenida. Cuando alude, con voz quebrada, la «calurosa acogida que Sarajevo brinda a los príncipes», el archiduque comenta sarcásticamente: 
-Muy calurosa, sin duda. Venimos en visita de amistad y nos recibís con bombas.

Finalizada la ceremonia. El archiduque se interesa por los heridos y antes de abandonar la ciudad quiere visitarlos en el hospital. El barón Morsey expresa sus temores: podría haber más terroristas encubiertos.
-¿Cree usted que Sarajevo está llena de asesinos?-le replica el general Oskar Potiorek, gobernador de la provincia-.Yo garantizo la seguridad del príncipe. El archiduque insiste en visitar a los heridos.
-Evitemos el centro -sugiere Potiorek. Y le indica al conductor que tome la calzada que discurre junto al muelle Appel.
A la altura de la calle Gebel, junto al puente latino, el chófer se equivoca de dirección. Da marcha atrás para corregir el error y en ese momento uno de los terroristas, Gavrilo Princip, que sale de comprar un bocadillo en la tienda de ultramarinos Schiller (lo normal), siente que Dios lo ha venido a ver: el odiado archiduque al alcance de sus balas.

-El crimen.
El joven terrorista no se lo piensa dos veces: empuña su pistola Browning modelo 1910 7,65 mm de fabricación belga y se aproxima al coche. Lojka, el chófer, ve la pistola e intenta acelerar. Demasiado tarde. Dos disparos realizados a penas a metro y medio de distancia alcanzan al archiduque en la yugular y a la duquesa en la aorta descendente a la altura del abdomen. Un tercer disparo deja un agujero en el chasis del coche.
La policía detiene al asesino, que ingiere su dosis de cianuro caducado. A toda velocidad conducen a los heridos al edificio del gobierno.
Francisco Fernando, el heredero del glorioso Imperio austrohúngaro, el personaje cuyo principal mérito estriba en haber cazado más de cinco mil ciervos a lo largo de su laboriosa vida, se estremece  en un prolongado estertor y muere.
La noticia se divulga rápidamente gracias a ese novedoso invento del teléfono.

Y así fue como sucedió realmente el asesinato del archiduque y su esposa, un cúmulo de errores por ambas partes en el que la suerte o la mala suerte jugó un papel fundamental en la historia de la humanidad.

Continuará...
@maspomada

Jesús González.2015










sábado, 8 de agosto de 2015

la censura en tiempos de guerra.


Tras el desembarco de las tropas aliadas en el norte de Africa el 8 de noviembre de 1942, el general Eisenhower impuso una férrea censura sobre las crónicas de los corresponsales, para evitar todo aquello que pudiera apenar a las familias de los soldados. 
Igualmente, la censura afectaría a las cartas de los soldados a sus familias, en este caso para impedir que pudiera llegar información sensible a oídos del enemigo. Pero, según relataría el New York Herald Tribune el 3 de julio de 1943, hubo un soldado norteamericano que no estaba dispuesto a que la censura tachase ninguna de sus frases.
Este es el contenido de la carta que envió a su familia: 

"Después de irnos de donde antes estábamos para venir aquí, no podíamos decir que habíamos llegado aquí. De cualquier manera, ahora estamos aquí y no allí. El tiempo aquí es como siempre ha sido en estas fechas del año. La gente de aquí es exactamente como el aspecto que tiene".

Cuando el censor leyó estas líneas que contenían información que de bien poco iba a servir al enemigo, se tomó la libertad de anotar un lacónico «Amén», quizás como un reconocimiento al ingenio burlón de su autor.

Hemos querido hacer un experimento parecido con nuestro hombre de campo, Antonio Castillo aquí en nuestro trabajo en el aeropuerto de Málaga. Antonio va a redactar una pequeña carta a un familiar intentando saltar la censura.

"Vine por la mañana al mismo sitio que ayer y que antes de ayer, pero nunca he estado aquí, la temperatura es la misma que hizo el año pasado pero un poco más, pero no mucho más que otras veces que hizo más, a veces también hace frío, y calor y todo lo contrario. La gente que no se ve por aquí son los mismos que vi ayer y que no veré mañana. La comida que nos sirven no es buena ni mala más bien más buena que mala, pero al revés. Cuando termino mi jornada laboral no recuerdo nada de lo que hice, así que me voy contento y feliz como una lombriz a mi casa, que no se donde está".

Tras estas palabras escritas por Antonio le decimos adiós mientras se va confuso con su camisa de fuerza más blanca que negra.
@maspomada

Jesús González.2015








domingo, 2 de agosto de 2015

Récord de supervivencia en un bote salvavidas.


El récord de supervivencia en un bote salvavidas se dio durante la Segunda Guerra Mundial. Su poseedor es un marinero chino llamado Poon Lim (1917-1991), integrante de la tripulación del mercante SS Ben Lomand, al ser hundido éste en aguas del Atlántico. 
El Ben Lomand cubría una larga ruta que iba de Port Said, en Egipto, a la Guyana Holandesa, haciendo escala en Ciudad del Cabo, en Sudáfrica. El 23 de noviembre de 1942, el submarino alemán U-172 lo avistó cuando navegaba a la altura de Brasil. Sin previo aviso, el mercante recibió el impacto de dos torpedos germanos. 
Poom Lim logró sobrevivir al hundimiento arrojándose al agua pertrechado de un chaleco salvavidas. Instantes después, las calderas estallaron, hundiéndose el buque con rapidez, sin dar tiempo a que la tripulación se pusiera a salvo. Lim se encontró flotando en el agua, rodeado de restos de barco. Al cabo de un par de horas, vio un  bote salvavidas que afortunadamente, se había desprendido del buque con las explosiones, y nadó hacia él, logrando subir. El era el único superviviente de los 47 marineros del Ben Lomand. En el bote encontró las provisiones necesarias para sobrevivir en caso de naufragio, como latas de galletas, chocolate, una gran bolsa de terrones de azúcar, así como un bidón de agua que contenía treinta litros de agua. El equipo se completaba con varias bengalas, dos botes de humo y una linterna.

En lugar de recurrir a las provisiones que tan generosamente la providencia había puesto en sus manos, optó por alimentarse del pescado que conseguía capturar gracias a un anzuelo improvisado con un alambre procedente de la linterna. Del mismo modo, ideó un sistema para recoger agua de lluvia.
Curiosamente, Lim no era buen nadador, por lo que decidió atarse a la barca con una cuerda que rodeaba a su tobillo, para no separarse de su nave en caso de que un golpe de mar lo arrojase fuera de ella.
Una fuerte tormenta vino a alterar drásticamente el método de supervivencia del náufrago chino. El oleaje le arrebató tanto el anzuelo como el agua que tenía almacenada. Así pues, Lim, desesperado, tuvo que recurrir a la captura de un pájaro para poder comer y calmar la sed bebiendo su sangre.

En dos ocasiones estuvo próximo a ser rescatado. En una de ellas, un carguero pasó lo suficientemente cerca como para verlo, pero paró a recogerlo. Otra vez, un escuadrón de aviones norteamericanos que sobrevolaba el área logró avistarlo; uno de los aviones lanzó una boya para señalar su posición. Pero desgraciadamente, una tormenta vino a irrumpir en las tareas de rescate, quedando de nuevo perdido en el océano.
Lim había comenzado a contar los días que llevaba en el mar haciendo nudos en una cuerda pero, al creer que el rescate se demoraría aún más, prefirió establecer un nuevo método de contabilización del tiempo, guiándose por la luna llena.
Finalmente, el 5 de abril de 1943, el náufrago avistó tierra. Era la costa de Brasil. Lim respiró tranquilo, porque sabía que no pasaría mucho tiempo hasta que algún barco lo encontrase. Así fue, un pesquero portugués que faenaba en esas costas lo encontró. En ese momento se hallaba a 1.100 km del lugar en el que se hundió su barco. Lim había estado en el mar 133 días.
El pesquero lo trasladó al puerto brasileño de Belem, a donde llegaron tras un viaje de tres días. Lim pasó dos semanas en un hospital recuperándose; aunque había perdido casi diez kilos, su salud no se había visto muy deteriorada, pues podía caminar sin ayuda. 
El cónsul británico en Belem le facilitó el regreso a Gran Bretaña. Un vez allí, en donde fue recibido con todos los honores, Poom Lim fue condecorado por el rey Jorge VI con la Medalla del Imperio Británico. El relato de su épica lucha contra los elementos fue incorporado a los manuales de la Royal Navy como ejemplo a seguir en casos similares. Por su parte, la Ben Line Shipping Company, propietaria del barco hundido, le regaló un reloj de oro. 
Pese al buen recibimiento que le hicieron las autoridades británicas, Lim decidió tras la contienda emigrar a los EEUU. Sin embargo, la cuota para ciudadanos chinos había quedado ya cubierta; fue el senador Warren Magnuson el que , en atención al héroe, logró que se le proporcionase una dispensa especial para que pudiese instalarse en su país y conseguir la ciudadanía norteamericana. 

Para la historia quedaría la proeza de la que Poon Lim fue su involuntario protagonista, pero también una frase que repetiría en todas sus entrevistas: «Espero que nunca nadie tenga que romper este récord».


Bien amigos, aquí desde nuestro cuartel general en Duke St, Londres, nos hemos propuesto batir este récord del chino este. Hemos trazado mi buen arrendador, sir Alfred y yo, un plan que no puede fallar.
Vamos a soltar a nuestro héroe mundialmente conocido, Antonio Castillo vestido de pirata en una pequeña embarcación en la isla de Hanga Roa, por la Isla de Pascua queda esto. La pequeña embarcación es una góndola comprada de quinta mano para la ocasión. El equipo técnico y táctico para la consecución del récord consiste en: 


  • 4 paquetes de galletas príncipe.
  • 4 cartones de tabaco
  • una navaja multiusos sin multi, más bien una navaja de usos.
  • un peine
  • champú.
  • 2 rollos de papel higiénico
  • 1 sudoku
  • dos latas de atún con tomate
  • una suscripción anual a la revista Quo
  • un bañador largo y otro tipo tanga
  • un mapamundi de 2 ESO
  • una brújula, que vino de regalo con la suscripción.
  • una garrafa de 5 litros de agua del mercadona
Amigos, amigas, el 1 de junio a las 13 horas 1 minuto 1 segundo exactamente soltamos a la góndola que llevaba a Antonio en mitad del Pacífico, con el propósito de superar los 133 días y 1.100 kilómetros de Poon Lim. 

Tras pasar exactamente 498 días en el mar, y tras recorrer unos 20.001 kilómetros, Antonio apareció con su góndola en el lago Leman (Ginebra, Suiza). Nada más bajarse de su góndola, Antonio estaba fresco como una rosa y dio 35 conferencias de prensa, básicamente narraba como fue pasando el día a día en su embarcación.


  • Racioné las galletas hasta el límite, hasta que a la media hora de partir me quedé sin ellas y no tuve más remedio que alimentarme de medusas y algún que otro boquerón al limón que pesqué gracias a la caña de pescar que me fabriqué con el peine, el mapamundi y el sudoku, usando la hebilla del cinturón como anzuelo.
  • el agua se me acabó dos minutos antes de partir, fruto de la sed que me dio un paquete de pipas con sal que me regalaron en el puerto. Tuve que beber agua de lluvia que iba almacenando en las dos latas de atún vacías, que a su vez me servían de orinal.
  • Navegué por los todos los mares del mundo, peleé con las peores tormentas y vencí todas. Si Cristóbal Colón fue capaz de llegar a América, si Magallanes fue el primero en ir desde el Atlántico hasta el Pacífico, yo sabía que iba a ser el primer Castillo en partir del quinto coño y aparecer en mitad de Dios sabe donde, 498 días después.
Actualmente Antonio se encuentra recuperándose de su larga travesía en el aeropuerto de Málaga a 45 grados de temperatura. Si os perdéis en el mar y sois capaces de avisarle, él os encontrará en cualquier parte del mundo, de día o de noche, haga calor o frío, el mar no tiene secretos para él.
Muy buenas noches.



@maspomada

Jesús González.2015