jueves, 2 de abril de 2020

grandes personajes...fallecidos. Episodio 2


Buenas tardes desde el confinamiento aquí en el castillo Balmoral allá por la Escocia. Su graciosa majestad nos ha prestado esta dependencia para investigar un asunto y poder dejarlo ya por zanjado para los siglos de los siglos, y así de paso huir de los bichonavirus de las narices. Mientras Lady O´Millan pasea de un lado para otro agitando los brazos al ritmo de la canción Angel of the morning de Juice Newton. Estaremos expectantes a que termine de agitar las alas lady            O´Millan y se incorpore al equipo de investigación.

Sobre la muerte de Adolf Hitler se han escrito muchísimas teorías. La más conocida es que se suicidó en su búnker poco antes de que entraran los rusos, otra es que se escapó y huyó a sudamérica a vivir feliz como una lombriz con una nueva identidad, en fin... teorías miles y alguna más. Aquí hoy vamos a contar exactamente qué puñetas pasó con este ser maligno. 

El 30 de abril Hitler se encerró en su búnker con su mujer y dio orden de que nadie los molestara. Se recluyeron con dos cápsulas de cianuro y unas pistolas. Cuando entraron a por los cuerpos, Eva Braun estaba tumbada en el sofá pero sin señales de haberse disparado, luego está claro que ella optó por el cianuro. Hitler estaba sentado a su lado y, además de tomarse el veneno, se pegó un tiro. Sus colaboradores subieron luego los cuerpos al jardín, los rociaron con gasolina y pretendieron cremarlos. Pero claro, una hoguera nos es un crematorio; o sea, que Eva Braun y Hitler quedaron sólo chamuscados. ¿Y los restos?, aquí empieza el conflicto de versiones. Unos dicen que fueron enterrados en el jardín, luego la pareja estaría ahora en pleno Berlín, sepultada en su propio búnker.
Sin embargo, esta versión se cayó del todo cuando salieron a la luz documentos del KGB, en los que se especificaba muy claramente qué había sido de los restos. En resumen, que cuatro días después del entierro, el  4 de mayo, las tropas soviéticas abrieron las tumbas del jardín del búnker y se llevaron los cuerpos para enterrarlos en Magdeburgo, en Alemania, hasta que hacia 1970 el KGB decidió incinerar otra vez y tirar lo poco que quedaba al río Elba para evitar que la tumba fuera descubierta y se convirtiera en un lugar de peregrinaje neonazi.
Hasta el año 2000 se dio prácticamente por hecho que Hitler y su esposa habían quedado enterrados en el mismo búnker donde se suicidaron y que ahora está sepultado en pleno centro de Berlín. No obstante, si creemos al KGB, Hitler no es que esté perdido, es que está irrecuperable. Bueno, menos un par de pedacitos que que los rusos se guardaron para el recuerdo.
La relación de los siguiente hechos la descubrió el periodista ruso Sergei Turstschenko a base de dejarse los ojos en los archivos del ex servicio secreto soviético. Resulta que lo que hizo el ejército Rojo fue desenterrar, cinco días después del suicidio, no solo a Hitler y a Eva Braun, sino también a Josep Gebbles y a su familia
Conseguir los restos de Hitler era un triunfo para los soviéticos, una especie de recompensa. Y tanto era así, que hubo sus tiranteces dentro del propio ejército por ver quién se quedaba con los despojos. El búnker quedó en manos de una división especial, los Smersh, el servicio de contrainteligencia, los que detectaban espías y desertores. Pero pocos días después los Smersh tenían que ceder el mando del búnker a otra división militar, el Quinto Ejército de Choque. Los Smersh no querían que les quitaran el premio de haber conseguido los huesos del Führer, así que la noche antes de que hicieran el traspaso de la zona del búnker, desenterraron a Hitler y Eva Braun y se los llevaron.
Y fue en las afueras de Berlín, en un lugar llamado Buch, donde los Smersh hicieron el primer análisis post mortem, no autopsia- de los cadáveres. Las huellas de vidrio en la boca por haber mordido la ampolla y el olor a almendra amarga, típico del cianuro, les dejó claro que la cosa de las muertes de Eva y Hitler fue el envenenamiento. Y tanto se distrajeron con el veneno, que ningún lumbrera señaló en el informe el disparo que Hitler tenía en la cabeza, posterior, evidentemente, al intento de envenenarse. Y es que oficialmente, se mató dos veces.
Allí mismo, en Buch, donde estaban instalados los Smersh, Hitler y su mujer fueron enterrados otra vez, pero como aquel destacamento fue trasladado unas semanas después, cuando los militares hicieron la mudanza se llevaron los cuerpos disimulados en cajas de municiones. Hitler seguía siendo su premio.
Vuelta a enterrarlos otra vez en otra zona del oeste de Berlín, y ya llevamos tres entierros. En esta última tumba se plantaron unos pinos para disimulares lugar del enterramiento de la pareja. Y en éstas llegó José Stalin que le dio por sospechar que Hitler podría no estar allí. Y todo porque el único informe post mortem que hicieron los soviéticos fue una chapuza.
Pese a que es informe no reflejaba el tiro que Hitler tenía en la cabeza y sólo registraba el envenenamiento como causa de la muerte, todos los testigos nazis que vieron el cuerpo aseguraron  que Hitler, además de tomarse la ampolla de cianuro, se disparó para acabar antes. Esta diferencia entre el informe  entre el médico soviétivo y las declaraciones de los testigos fue lo que hizo sospechar a Stalin, éste ordenó abrir una investigación, pero a la vez mandó también a los Smersh que volvieran a desenterrar a Hitler y a Eva Braun (he perdido ya la cuenta de cuantas veces lleva ya) y que se los llevaran en secreto a otra base soviética instalada cerca de Magdeburgo. El tipo les ordenó a unos investigar la muerte y a otros que se lleven el muerto, jajajajajjajaja perdón.
Reunieron a todos los oficiales nazis presentes en el búnker en el momento del suicido y les hicieron representar, como si fuera una obra de teatro, las últimas horas del Führer. Todos dijeron lo mismo, que Eva Braun se había envenenado y que Hitler se había pegado un tiro antes de que el veneno actuara. Y a lo máximo que llegaron fue a eso, a recopilar testimonios, pero sin confirmar la muerte por bala porque no tenían muerto.
Stalin se quedó medio convencido y se fue con esa duda a la tumba. Sin embargo, en 1970 el ejército soviético tenía que entregar los cuarteles de Magdeburgo a Alemania del Este y resulta que Hitler y Eva Braun seguían allí disimuladamente enterrados. Fue Leónidas Brezhnev el que, más o menos, se dio:«Mira, ya basta de estar enterando y desenterrando a Hitler. Nos deshacemos de él y a tomar viento, no podemos arriesgarnos a que la tumba se descubra y se convierta en lugar de peregrinaje para los neonazis»
Y así fue como, una noche, un grupo de soviéticos disfrazados de pescadores desenterró los restos, los introdujeron en una cajas de fusiles Kalashnikov y se los llevaron a una escombrera de Magdeburgo. Las cajas las rociaron con petróleo y las quemaron. Lo poco que quedó lo metieron en un saco, se acercaron al río Elba y allá que fueron los dos.
No obstante, y como ya hemos indicado, algún recuerdo se quedaron: en las oficinas centrales del KGB se guarda la mandíbula, y en el Archivo Estatal de la Federación Rusa hay un trozo del cráneo del Führer.

Su graciosa majestad ha ordenado al doble cero Antonio Castillo que atraviese Europa y recupere para la corona al menos el trozo de mandíbula. Dado que no sale un avión ni aunque los invoques, Antonio deberá cruzar el Canal de la Mancha en bote a remos, por supuesto, con su mascarilla de papel reglamentaria, conseguir un vehículo y atravesar todas las fronteras hasta llegar al Archivo de la Federación Rusa, robar el trozo y regresar sano y salvo esquivando los peligros, las balas y el bicho que anda suelto. En el próximo episodio tendremos el desenlace de su misión.

Un saludo y permaneced en casa, no hagáis como Antonio!!!

maspomada@2020







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