viernes, 3 de enero de 2014

Larry Walters: su sueño era Volar !!!


Muy buenas noches siderales. Coincidiendo con el inicio del año, queremos contar una historia realmente fantástica pero más que real. 
Desde pequeño, el sueño del camionero de Los Angeles Larry Walters ( 1949-1993 ) había sido volar. De hecho intentó ingresar en las Fuerzas Aéreas, pero fracasó debido a sus problemas de visión, así que, dado su escaso presupuesto, comenzó a investigar una manera casera y barata de lograrlo. Pronto llegó a la conclusión de que podía fabricarse su propio su propio globo aerostático atando entre sí globos meteorológicos inflados con helio y uniéndolos a un vehículo de vuelo, por ejemplo, una de las sillas de su jardín. En 1982, compró 45 globos sonda meteorológicos de 10 metros cúbicos de capacidad y 1,22 metros de diámetro cada uno en una tienda de repuestos de la Marina, así como varias bombonas de gas helio, y se preparó para lo que sería, sin duda, la gran aventura de su vida. Una vez listo, Walters reunió a sus amigos para tan solemne ocasión y, desafiando al sentido común, tras un breve discurso, llevó a cabo los últimos preparativos. Tomó su confortable silla de jardín de aluminio y la ancló con una cuerda al parachoques de su camioneta todo terreno. Después ató los globos al armazón de la silla y los llenó con 450 m3 de helio. Luego, bautizó solemnemente su «silla voladora» con el ensoñador nombre de Inspiración I y se proveyó de los pertrechos que consideró necesarios para el viaje: una radio de 27 megaciclos, unas cuantas latas de cerveza ,algunos sándwiches y un rifle de aire comprimido. Su plan era sobrevolar el valle a unos cómodos 9 metros de altura y, cuando se cansara, estallar algunos globos con su arma para ir descendiendo lentamente gasta su seguridad del suelo. Al cortar el cable, su «vehículo» comenzó a subir, y a subir...
Los cálculos iniciales de Larry indicaban que la silla se detendría, como mucho, a unos 30 metros de altura aproximadamente; sin embargo, no lo hizo hasta alcanzar los 4800. Además, la silla no permaneció estacionaria sino que, como es lógico, fue arrastrada por el viento por todo los Angeles. A esa altura, Larry tenía que disparar a los globos y desequilibrar todo el conjunto, por lo que permaneció más de 14 horas volando. Pero el auténtico problema llegó cuando su silla voladora no tuvo mejor idea que tomar la misma ruta aérea de aproximación y descenso de los aviones que se dirigen  al Aeropuerto Internacional de Los Angeles. Inquietos, desde la torre de control del aeropuerto lograron contactar con Larry en el canal 9 de la frecuencia de 27 MHz, en la banda ciudadana de once metros de longitud de onda, un canal exclusivo para la Red Nacional de Emergencias. Como es natural, se le ordenó enfáticamente que descendiera, a lo que Larry respondió que ya le gustaría, pero que no tenía medios para hacerlo. Habían pasado 14 horas desde el inusual «despegue» y Larry estaba en un estado próximo a la hipotermia. Le costaba pensar con claridad, pero aún conservaba la lucidez suficiente como para no atreverse a disparar contra los globos que le sustentaban. De pronto, dos reactores Douglas F4-D Phantom II de la Guardia Nacional aparecieron como por arte de magia frente a Larry y lo conminaron a descender. Con la poca paciencia que los caracteriza, los pilotos militares le informaron de que habían recibido órdenes de derribarlo si no cooperaba. Si no sabía como bajar, ellos lo ayudarían con los cuatro cañones automáticos de 24 mm que llevaba cada avión. Aterrado, Larry se decidió y prefirió correr el riesgo de disparar a los globos al de ser embestido por un caza militar o por un Jumbo comercial.
Pero el descenso no fue, tampoco, tan suave como él había planeado: se precipitó a toda velocidad hacia el suelo hasta que los globos se enredaron en una línea de alta tensión, cortando los cables. El apagón subsiguiente dejó todo Long Beach sin luz durante 20 minutos. Cuando Larry consiguió desengancharse de la silla y bajar a tierra por una de las torres eléctricas, encontró a un ansioso destacamento del Departamento de Policía de Los Angeles esperándolo con las esposas, que no los brazos abiertos. Mientras se lo llevaban esposado, un periodista le acercó un micrófono y le preguntó: «¿ Por qué lo hizo ?». Larry, ya recuperado del susto, respondió tranquilamente: «¿ Qué quieren, que me pase toda la vida sentado en mi casa?».
Como era de esperar, puesto que no había habido ninguna desgracia personal, Larry se convirtió en un héroe en Los Angeles. La Administración Aeronáutica local tardó meses en encontrar de qué acusarle, pero al final lo hizo y solicitó su procesamiento, condena y prisión. Larry salió del asunto con  una multa de 1500$ y una reputación que lo persiguió el resto de su vida. No obstante, también batió con su hazaña el récord mundial de altitud para formaciones de globos de helio, disfrutó de un breve periodo de fama, incluyendo apariciones en programas nocturnos y en un anuncio de relojes Timex. Sin embargo, once años después de su único vuelo, solo, pobre y desesperado, cayó en la cuenta de que su vida era un desastre y un fracaso. El 6 de octubre de 1993 se internó en el bosque con su escopeta, apoyó la culata en su pecho y apretó el gatillo, tan sólo tenía 44 años.

Bien amigos, como nos caracteriza, hemos intentado repetir el logro de Larry pero aquí en Málaga. Hemos comprado 56 globos meteorológicos de esos, en un chino. Un poco de helio, y a falta de una buena silla de jardín, hemos puesto una banqueta de cocina. Nuestro piloto consumado será el de siempre, Antonio doble 00 Castillo, que ya cuenta con un tirachinas, dos bocadillos primavera de la máquina de bocatas de Iberia, una radio modelo Hong-Kong en frecuencia 9 y mucho moscatel. 
Hasta el párking P-3 del aeropuerto de Málaga hemos instalado la máquina voladora Castle I. Al grito de Ahooooooooooooraaaaaaaaaaaaaaaaaaaa !!!, su hermano José L. aceleró su coche alcanzando una velocidad de 180 km/h, con lo que el artefacto volador salió impulsado como un cohete espacial. En menos de 6 segundos, Antonio había alcanzado la escalofriante cifra de 9800,1 metros de altura. Agarrado como un koala a las cuerdas que le sustentaban, después de comerse un par de primaveras de esos, y beber unos lingotazos de moscatel, Antonio, finalmente decidió aterrizar en pleno centro de la plaza Roja de Moscú. Tenemos en camino a J.Luis Castillo disfrazado de cosaco en su busca. Las primeras palabras de Antonio en la Plaza Roja fueron: « ios de putaaaaa».
Feliz año nuevo a todos !!!! Un fuerte abrazo
@maspomada

Jesús González.2014


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