lunes, 16 de mayo de 2011

historias y curiosidades de la segunda guerra mundial !!!. Capítulo 2º " las extrañas amistades de Pío XII "




Muy buenas tardes a todos. De nuevo dar la bienvenida a todos vosotros en esta peculiar entrega de episodios dedicados a las curiosidades de esta gran guerra, en particular.
En el capítulo de hoy voy a hablaros de las relaciones entre el Vaticano y el Tercer Reich. Una historia que no tiene desperdicio. Comencemos.

Para cualquier historiador, el gran objetivo de deseo es el archivo secreto del Vaticano. A buen seguro, en él se encuentran documentos que trastocarían por completo las verdades históricas comúnmente aceptadas. En lo que hace referencia a la Segunda Guerra Mundial, no sería una excepeción.
No obstante, las peticiones de los historiadores para bucear en los archivos del Vaticano en busca de respuestas a las numerosas cuestiones polémicas de la contienda de 1939-1945 son sistemáticamente ignoradas. Por el momento, los investigadores deben conformarse con los documentos correspondientes al papado de Pío XI, que abarca desde el 6 de febrero de 1922 al 10 de febrero de 1939, y que fueron desclasificados en septiembre de 2006. Durante este turbulento período se produjo el auge del fascismo, la génesis de la SGM y la Guerra Civil Española.
En total fueron 30.000 los documentos desclasificados pertenecientes a esos años cruciales. El papa Juan Pablo II había anunciado ya la apertura de esos archivos, pero se necesitó más de un año y medio para que un equipo de expertos hicieran posible el acceso a los documentos correspondientes a este período. En su primer día de apertura, medio centenar de investigadores acudieron en busca de revelaciones que arrojasen luz sobre esta etapa histórica.
En estos archivos se encuentran cartas y documentos para analizar por ejemplo el comportamiento de Pío XII durante la guerra española y su relación con el general Franco, así como durante el fascismo en Italia y las leyes raciales contra los judíos.
Uno de los acontecimientos más destacados del papado de Pío XI, un ferviente anticomunista, fue la firma del Tratado de Letrán ( 1929 ) con el régimen de Mussolini, acuerdo que puso fin a las diferencias de la Santa Sede con el Estado italiano y que supuso la creación del Estado del Vaticano. Pero, con ser ese período histórico muy interesante, la esperanza de los investigadores es hallar las claves para desentrañar una controvertida cuestión que ha hecho correr ríos de tinta: la relación entre la iglesia católica y el régimen nazi y su actitud ante el exterminio de los judíos. Para ello son decisivos los documentos relativos a la figura del cardenal Eugenio Pacelli, el secretario de Estado y brazo derecho de Pío XI, y que le sucedería en la silla de San Pedro con el nombre de Pío XII.
A la espera del día en que se abran los archivos pertenecientes al polémico pontificado de Pío XII, los historiadores han de conformarse con los del papado anterior. Pero el Vaticano, para contrarrestar las acusaciones de colaboración entre Pío XII y los regímenes nazi y fascista, decidió en 2005 abrir a los investigadores el fondo de la Oficina de informaciones vaticana para los prisioneros de guerra, que comprende documentos de 1939 a 1947 sobre 2.100.000 prisioneros de la SGM. también se procedió a la apertura de los archivos de las nunciaturas de Múnich y de Berlín, pero en este caso solamente los documentos fechados hasta 1939.
Hasta que se desclasifiquen los documentos pertenecientes al período de la SGM, las relaciones de la Iglesia Católica con el régimen nazi continuarán sujetas a una gran controversia. Como se ha apuntado, uno de los asuntos más espinosos es dilucidar si el Vaticano estaba al corriente del asesinato masivo de judíos en los campos de exterminio. Todo parece señalar en esa dirección, pues hay constancia de un buen número de testigos que acudieron a diferentes instancias reclamando una acción del Vaticano para poner fin a la matanza a gran escala que se estaba llevando a cabo.
Obviamente, los que dieron la voz de alarma de lo que estaba ocurriendo en el interior de los campos fueron los escasos prisioneros que lograron escapar. Pero también hubo testimonios procedentes de la propia maquinaria de guerra nazi, como por ejemplo el doctor Kurst Gerstein. Este médico alemán entró en las Waffen SS en 1941 con el grado de teniente, y se le nombró "técnico para la higiene". Si al principio el doctor Gerstein pensaba que sus competencias servirían para purificar el agua de los soldados, pronto se dio cuenta que sus trabajos con el gas venenoso Zyklon B estaban de hecho destinados a la exterminación de judíos y gitanos en los campos de Auschwitz, Belzec, Treblinka y Sobitor.
Desde que Gerstein tuvo conocimiento del genocidio que estaba en marcha, intentó prevenir al Vaticano reclamando ser recibido por el nuncio del Papa, pero todos sus esfuerzos fueron en vano. Logró sin embargo prevenir, entre otros, al encargado de asuntos suecos, el barón Von Otter, a la jerarquía de las diversas Iglesias protestantes alemanas opuestas al régimen nazi, a algunos miembros de la resistencia holandensa y al diplomático suizo Paul Hochstrasser. Teniendo en cuenta que el estado del Vaticano es seguramente el que dispone de una red mayor de informadores en todo el mundo, y su vasta experiencia en relaciones internacionales, acuñada a lo largo de muchos siglos, es impensable que no conociese las atrocidades que en esos momentos estaban cometiendo los nazis.
Las alertas llegaron también desde el interior de la propia Iglesia. En junio de 1942, el arzobispo de Friburgo informó a la Santa Sede de las masacres de judíos en los países del Este. El mismo año, el obispo de Osnabrük se expresó así al Papa. " la eliminación total de los judíos subsiste claramente, ¿ qué puede suceder ? Los obispos, ¿ pueden lanzar desde su cátedra una protesta pública ? " . Se desconoce la respuesta papal.
El nuncio apostólico en Suiza, monseñor Bernardini, tuvo contacto con Gerhart Riegner, miembro del Congreso judío Mundial, que había elaborado un censo de las persecuciones contra los judíos en toda Europa. también se desconoce si el Vaticano emprendió alguna iniciativa.
En 1942, un resistente católico polaco, Jan Kasrski, fue solicitado por los judíos del guetto de Varsovia para que trasladase al Vaticano la descripción de los detalles de lo que allí venía ocurriendo. Estos resistentes judíos pensaban que los otros judíos no se dejarían arrastrar a los campos de exterminio si estaban al corriente de los que sucedía. Muchos pensaban que el destino de los trenes a los que subían eran centros de trabajo en el este. La Iglesia Católica era bastante influyente para prevenir a todo el mundo de las atrocidades que se estaban cometiendo, lo que podía alentar la resistencia de los judíos.
El resistente polaco volvió y partió clandestinamente del gueto, en el que pudo ver las condiciones del trato dado a los judíos. Luego éste atravesó Europa para entrevistarse con el presidente polaco exiliado en Londres. Este último tuvo acceso al Papa para relatarle las barbaries perpetradas contra los judíos en Polonia. La única acción que llevaría a cabo el pontífice serían una velada referencia en el discurso de Navidad de 1942, en el que expresó sus votos " por lo que, por la simple cuestión de raza, son condenados ". Para los que esperaban que Pío XII relacionase decididamente a favor de que en esos momentos estaban sufriendo a manos nazis, supuso una enorme decepción.
Tras la ocupación de Italia por las tropas alemanas en septiembre de 1943, después de la deserción del Ejército italiano, el Papa se vio forzado a tomar decisiones. El 16 de octubre de 1943, 1259 judíos de Roma fueron deportados; Pío XII perdió una oportunidad única para posicionarse de manera inequívoca contra la persecución de que eran objeto los judíos, simplemente acudiendo a la estación para evitar la salida de los trenes que les iban a conducir a los campos de exterminio. Sin embargo, se limitó a mandar abrir las puertas de los conventos de Roma para salvar, al menos, algunas centenas de judíos, una actitud que sus partidarios califican de valiente mientras que sus detractores la consideran muy poco heroica.
Pero los testimonios procedentes del horror seguirían llegando al Vaticano. El 20 de junio de 1944, el nuncio apostólico de Checolslovaquia recibió a Rudolf Vrba, un evadido de Austchwitz, quien le describió la situación en este campo de y le explicó que una nueva línea de tren acababa de crearse para aumentar las capacidades las capacidades de exterminio. El informe de esta reunión debe hallarse también en los archivos vaticanos.
Los historiadores católicos han reconocido que Pío XII nunca condenó públicamente la política antisemita de los nazis. Una de las escusas a esta actitud es que el Papa no contaba con recursos para combatir el afán exterminador del Tercer Reich. Pero los hechos demuestran que esa percepción es, como mínimo discutible. El Vaticano habría podido excomulgar a los nazis y llamar a los católicos a que se resistieran.
Esta alarma, la excomunión, sólo fue empleada una vez, contra León Degrelle, jefe de los fascistas belgas y miembro de las SS, quien fue excomulgado por haber agredido a un sacerdote. Los otros jefes nazis católicos aceptaron esta sentencia son atreverse a expresar sus quejas a la jerarquía católica, lo que prueba que el Papa tenía un margen de maniobra más grande lo que él podía suponer.
Si el Papa hubiera excomulgado a los nazis en su conjunto, el Tercer Reich hubiera tenido más dificultades para controlar Europa, al tener a los católicos en su contra. En un país de mayoría católica como Francia, esa condena papal hubiera puesto en serios aprietos al colaboracionista régimen de Vichy y, probablemente, las deportaciones de judíos franceses se hubieron visto obstaculizadas. Sin embargo no se hizo nada; la única protesta pública de la Iglesia fue la que Pío XII dirigió al presidente húngaro, Miklós Horthy, contra los sufrimientos infligidos a los judíos, pero ésta se produjo a finales de 1944, cuando estaba claro que la Alemania nazi había perdido la guerra.
Otro ejemplo de que la Iglesia católica contaba con muchas más cartas en su mano de las que creía tener sería lo ocurrido con el programa de exterminio llevado a cabo contra los enfermos mentales en Alemania. Se trataba de la acción denominada "T4", por la que se acabó con la vida de entre 70.000 y 90.000 pacientes mediante inyección letal o inhalación de gas carbónico.
Este era un programa organizado para asesinar en masa a los alemanes no judíos que padeciesen una enfermedad mental grave. Hitler entendía que el plan T4 era "razonable", puesto que se podía hacer uso más eficaz de hospitales, médicos y personal sanitario en una situación de guerra a cambio de aniquilar personas improductivas que sólo generaban gastos al Estado. Uno de los impulsores de este proyecto, el doctor Joseph Mayer, reconoció que el plan T4 era contrario a la doctrina de la Iglesia católica, pero comunicó a Hitler que no esperaba una oposición militante. En consecuencia, el plan T4 se puso en marcha en 1939.
Pero Mayer erró en su apreciación. Entonces estaba vigente el Concordato entre Alemania y la Santa Sede, por el que la Iglesia católica no podía inmiscuirse en la política del régimen, pero aún así la Iglesia se opuso de manera frontal a este plan de exterminio, mediante la publicación de cartas pastorales. El principal altavoz de la postura de la Iglesia serían monseñor Von Galen, quien, con una oratoria clara y contundente , denunció sin ambages las consecuencias criminales del nazísmo, haciendo también una referencia clara trágico destino del pueblo judío. Ante la extensión de las protestas desde los púlpitos, el 24 de Agosto de 1941 Hitler decidió cancelar el plan T4. Los católicos habían ganado esta batalla, pero el Papa prefirió no emplear esa fuerza para denunciar los otros abusos que estaba cometiendo el Tercer Reich, una fuerza que se había demostrado sorprendentemente eficaz.
Según los historiadores católicos, el silencio del Papa se explicaría por la voluntad de no agravar la situación y proteger así a los católicos que vivían tanto en Alemania como en los países que se hallaban bajo dominio germano, pese a que, tal como se ha visto, Hitler rehuyó el combate contra la Iglesia católica cuando esta se mostró contraria a sus designios. Posiblemente, la protección del patrimonio de la Iglesia católica también pudo tener su peso para adoptar esa actitud. El Papa había sido durante varios años el nuncio apostólico en Alemania., por lo que conocía a la perfección la situación de la Iglesia en ese país, además de conocer personalmente a muchos católicos alemanes. Según sus defensores, Pío XII tenía miedo de que, si excomulgaba a los nazis, los veintidós millones de católicos alemanes fueran perseguidos.
Otro aspecto importante a tener en cuenta es el hecho de que la Alemania nazi estaba combatiendo en la Unión Soviética. En esos momentos, el gran enemigo de la Iglesia católica era el comunismo, y Hitler era quien estaba luchando contra él. El silencio del Papa también hay que entenderlo desde ese punto de vista. Un dato que vendría a abonar esta circunstancia es que el Papa condenó públicamente la agresión a Finlandia por la Unión Soviética en 1939, una condena que no se daría con motivo de las agresiones militares del Eje a otros países. Es posible que el declarado antibolchevismo de los nazis les hubiera salvado de esa condena papal, pues es lógico que Pío XII no desease debilitar a quien estaba luchando contra quien era considerado desde hacía dos décadas el gran enemigo de la Iglesia católica.
Si el Vaticano nunca apoyó de manera oficial a los regímenes nazis y fascistas, lo que es innegable es que éstos regímenes ejercían una cierta seducción en muchos clérigos y en el propio Pío XII. No obstante los historiadores no se ponen de acuerdo sobre el papel jugado por Pío XII. Los favorables al pontífice han destacado que el New York Times, en su editorial de Navidad de 1941, elogió al Papa por " situarse plenamente contra el hitlerismo " y por " no dejar duda que los objetivos de los nazis son irreconciliables con su propio concepto de la paz cristiana ".
Varios historiadores judíos han documentado los esfuerzos del Vaticano en favor de los hebreos perseguidos, señalando que en Septiembre de 1943 Pío XII llegó a ofrecer bienes del Vaticano como rescate de judíos apresados por los nazis. El Congreso Judío Mundial agradeció en 1945 la intervención del Papa, con un generoso donativo al Vaticano. En el mismo año, el gran rabino de Jerusalén, Isaac Herzog, envió a Pío XII una bendición especial " por sus esfuerzos para salvar vidas judías durante la ocupación nazi de Italia ". Israel Zolli, gran rabino de Roma, quien pudo apreciar los esfuerzos del Papa por los judíos de la Ciudad Eterna, al terminar la guerra se hizo católico y tomó en el bautismo el nombre de pila del Papa, Eugenio, en señal de gratitud. Con posterioridad, Zolli escribiría un libro dejando constancia de numerosos testimonios sobre la actuación de Pío XII.
También a favor de Pío XII se pueden esgrimir las informaciones desveladas tras la apertura de los archivos de la Stasi, la policía política de la Alemania Oriental. Estos archivos, además de contener informes sobre la actitud del Vaticano durante la Guerra Fría, incluía documentación relativa al período de la Segunda Guerra Mundial. Según unos documentos que habían permanecido en esos archivos del aRepúblicas Democrática de Alemania, a los que había tenido acceso el diario italiano La Repubblica en abril de 2007, la SAnta Sede era contemplada por los nazis como uno de los mayores enemigos del Tercer Reich, concentrado en ese carácter hostil del Papa. Los servicios secretos germanos tenían en el Vaticano un objetivo de primer orden; habían establecido una tupida red capaz de interceptar correspondencia importante, como una carta del secretario de estado, Luigi Maglione, en la que contaba que " el Papa se ha construido un refugio antiaéreo al que se puede acceder en ascensor ".
Otro tema que irritaba profundamente a los dirigentes alemanes era la actitud de Pío XII a favor de la Polonia ocupada: " La Santa sede no se ha limitado a ayudar a los polacos prófugos en varios países, sino también a los que han quedado en la patria ", se puede leer en uno de los informes del archivo de la Stasi, donde además se asegura que el Vaticano ayudaba a los judíos polacos.
El estudio de esos documentos ofrece la imagen de un Pío XII hábil y decidido. Según el padre Giovanni Sale, historiador de la revista Civiltá Cattolica, a finales de 1945 se inició una campaña anti- Pacelli cuyo origen estaba en Radio Moscú y en el diario Pravda, que crearon la leyenda negra sobre el pontífice. Los documentos encontrados en los archivos de la Stasi confirmarían esta idea, ya que tampoco para el gobierno comunista de Alemania oriental el Papa sería una persona grata.
La tesis de que el cuestionamiento de la actitud del Papa durante la guerra tiene su origen en una campaña alentada por la Unión Soviética supuestamente se confirmó en enero de 2007, cuando un ex espía de la KGB denunció que el Kremlim y los servicios secretos soviéticos, la KGB, orquestaron una campaña en los años sesenta contar la Iglesia católica, en donde el principal objetivo era hacer que calase en la opinión pública la idea de que Pío XII simpatizaba con el régimen nazi.
en la revista norteamericana National Review Online, Ion Mihai Pacepa, ex espía de la KGB, de orígen rumano, explicó que " en febrero de 1960, Nikita Khrushchev aprobó un plan secreto para destruir la autoridad moral del vaticano en Europa occidental. Pío XII fue escogido como el principal objetivo de la KGB, su encarnación del mal, porque ya había dejado el mundo en 1958. " Los muertos no pueden defenderse " fue el lema de la KGB entonces ". el nombre clave de esta campaña fue "Asiento 12 ".
Pacepa indicó en su artículo que la KGB basó sus difamaciones en que el entonces arzobispo Pacelli había servido como Nuncio Apostólico en Munich y Berlín. Según el antiguo agente, la KGB quería presentarlo como un antisemita que había alentado el holocausto de Hitler, y dijo que para lograrlo la KGB quería " modificar levemente " algunos documentos originales del Vaticano y para eso lo llamaron a él, cuando trabajaba en el servicio de inteligencia rumano.
Entre 1960 y 1962, el espía envió cienos de documentos a la KGB relacionados con Pío XII. Según explicó, ninguno incriminaba al pontífice, pero de igual modo los enviaba para su posterior modificación. Esos documentos alterados fueron utilizados luego para producir una obra de teatro en la que se atacaba al Pontífice; se estrenó en Alemania en 1963 bajo el título de El Vicario, una tragedia cristiana, y proponía que Pío XII apoyó a Hitler, alentándole a seguir adelante con el holocausto judío. A su vez, el director de la obra argumentaba falsamente que tenía 40 páginas de información que sustentaban lo que la obra mostraba. Un año después fue estrenada en Nueva York y traducida posteriormente a veinte idiomas, convirtiéndose luego en referencia obligada para una oleada de libros y artículos en donde se acusaba a Pío XII de connivencia con el nazismo.
En enero de 2005, el diario italiano Avveniere se hizo eco de unos documentos recogidos durante el proceso de beatificación. Se trataba del testimonio del general de la Waffen SS, Karl Friedrich Otto Wolff, que aparece en una declaración escrita en 1972 en Munich. Según su trascendental testimonio, Wolff afirmó haber recibido " de Hitler en persona la orden de secuestrar al papa Pío XII ". El general alemán afirmó entonces que Hitler planeó el rapto del pontífice porque era " anti nazi y amigo de los hebreos " y con el objetivo más amplio de " cancelar el cristianismo y sustituirlo con la nueva religión nazi ".
El plan del secuestro fue meditado por el Führer " durante años ", estudiado en todos sus detalles y solicitado insistentemente desde 1944, llegando a dar una suerte de ultimátum a Wolff para que lo pusiese en práctica. En mayo de ese año, el general alemán se reunió en audiencia con Pío XII y le confió las intenciones de Hitler. Wolff le pidió estar en guardia porque, aunque él no iba a cumplir la orden, " la situación era confusa y estaba llena de peligros ".
Como prueba de su buena fe, el Papa pidió al general Wolff la liberación de dos líderes de la resistencia condenados a muerte. El general aceptó la petición el 3 de junio.
Según el periódico, las SS se habrían encargado de secuestrar al Papa, mientras el Kunsberg-Kommando, la organización nazi especializada en la catalogación de los documentos, se habría hecho cargo de los valiosísimos archivos vaticanos. En virtud del plan elaborado por Hitler, el Pontífice debía ser conducido al castillo de Lichtenstein, en Württemberg.
Según este diario, ya dede 1941 se temían en el Vaticano intervenciones nazis contra el Papa. Pero a pesar de estos testimonios favorables sobre la actitud del Papa, son mayoría los historiadores que consideran que le faltó valor para denunciar el régimen criminal nazi y que estuvo en su mano haber hecho mucho más para salvar vidas humanas. La prueba más clara de ello es que Pío XII nunca proclamó una condena formal del nazismo, teniendo la oportunidad.
Sea cual fuere la realidad de los hechos, esta polémica relación entre la Iglesia católica y el régimen nazi ha supuesto una presión enorme para el Vaticano. Sin embargo, decisiones como las beatificaciones del cardenal Schuster ( amigo de Mussolini ) en mayo de 1996 y del arzobispo Stepinac, entonces jefe de la Iglesia católica en aquella etapa.
Con el objetivo de aliviarse de esta presión, el Vaticano decidió en octubre de 1999 la creación de una comisión internacional de historiadores judíos y católicos con el fin de acabar con las polémicas sobre el papel del Vaticano durante la guerra. Esta comisión entregó su informe en octubre de 2000; en él, los miembros de esta comisión explicaron que los trabajos históricos de la Iglesia sobre este tema eran incompletos y reclamaron la apertura de los archivos del Vaticano del período 1939-1945. El Vaticano rechazó esta petición, lo que provocó la dimisión de los miembros judíos de esta comisión. Esta quedaría definitivamente disuelta en julio de 2001.
Es significativo también, que un mes después de la entrega del informe de la comisión, el Vaticano se opusiera a las acciones judiciales emprendidas para conocer la procedencia de unas cantidades importantes de oro ( por valor de millones de dólares ) que permanecen en su banco, y que parecen tener su origen en el expolio a las víctimas del nazismo, aduciendo su calidad de Estado Independiente.
Esta actitud obstruccionista contrasta con las posiciones comprensivas respecto a la magnitud del holocausto expresadas por el papa Juan Pablo II su carta apostólica del 26 de julio de 1939, en la que, con ocasión del cercano cincuenta aniversario del estallido de la Segunda Guerra Mundial, se expresó en los siguientes términos:
" Debe hacerse una mención especial de los prisioneros de guerra que, aislados, ofendidos y humillados, pagaron también, después de las asperezas de los combates, otro pesado tributo. Hay que recordar, por fin, que la creación de Gobiernos impuestos por los invasores en los Estados de la Europa Central y oriental estuvo acompañada por medidas represivas y también por una multitud de ejecuciones para someter a las poblaciones reacias.
Pero de todas estas medidas antihumanas, una de ellas constituye para siempre una verguenza para la humanidad: la barbarie planificada que se ensañó contra el pueblo judío. Objeto de la " Solución final ", imaginada por una ideología aberrante, los judíos fueron sometidos a privaciones y brutalidades indescriptibles. Perseguidos primero con medidas vejatorias o discriminatorias, más tarde acabaron millones en campos de exterminio.
Como se ha comprobado, estas encomiables palabras no llegarían a plasmarse en hechos concretos. De todos modos, la Iglesia ha dado alguna muestra de transparencia sobre el período de la SGM. Por ejemplo, en el año 2000, la Iglesia reconoció haber participado en el uso de empleo forzoso en la era nazi, lo que le llevó a aceptar el pago de 1,5 millones de euros en compensaciones a trabajadores extranjeros. en abril de 2008 la Iglesia publicó un informe relativo a ese asunto, titulado " Trabajo Forzoso y la Iglesia Católica 1939-1945 ". Según este documento, la Iglesia católica alemana explotó a casi 6000 trabajadores forzosos en la época de Hitler. Estos trabajadores desarrollaron su labor sobre todo en hospitales, hogares y jardines monásticos. No obstante, el número de empleados forzosos para la Iglesia fue una fracción mínima del total de trece millones de víctimas que se cree tuvieron que trabajar para los nazis, además de que está comprobado que sus condiciones no fueron tan malas como en otras organizaciones.
En las más de seiscientas páginas de este documento oficial se relata la suerte de los 1075 prisioneros de guerra y 4829 civiles que fueron obligados a trabajar para los nazis en casi 800 instituciones católicas para reforzar el esfuerzo bélico. La Iglesia protestante, que tiene en Alemania una dimensión aproximada a la de la católica, también admitió que recurrió a trabajadores forzosos aportados por el régimen.
Pero aunque pueda parecer que la Iglesia católica colaboró con el régimen nazi, es un hecho también que el temido cuerpo de las SS expropió más de 300 monasterios e instituciones católicas entre 1940 y 1942 y que miles de católicos fueron enviados a campos de concentración. Por lo tanto, la estrategia de la Iglesia católica alemana bajo el Tercer Reich fue en sí mismo contradictoria; uno de los autores del informe, Karl-Joseph Hummel, la definió con el término "antagonismo cooperativo".
Ese concepto serviría también para definir la estrategia seguida por el Vaticano durante la contienda. Esa cooperación desde el antagonismo inspiró muchas de las actuaciones del papado, una actitud que a la luz de los acontecimientos se presenta hoy como difícilmente defendible. De todos modos, no hay que olvidar que la Iglesia católica es una institución que permanece incólume desde hace veinte siglos, lo que demuestra que su estrategia global de supervivencia no ha sido desacertada.
Lo que desconocemos es hasta qué punto ese antagonismo con el régimen nacionalsocialista fue real, y hasta donde llegó la colaboración. Como se ha indicado, los archivos relativos al controvertido pontificado de Pío XII no han sido todavía desclasificados. El Vaticano tiene la potestad de mantenerlos en secreto durante cien años, en función de su relevancia, por lo que no es descartable que aún no haya nacido los afortunados historiadores que podrán acceder a los documentos que podrán despejar las brumas que rodean a la actitud de la Iglesia católica durante la Segunda Guerra Mundial.

Con este relato extraído de las investigaciones del grandísimo historiador Jesús Hernández, propongo ya que cada cual saque sus propias conclusiones. Un abrazo a todos

Jesús González

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